Al entrar la maestra al salón, acostumbraba decir a sus alumnos:
“los amo a todos”. Muy dentro de sí, sabía que a Jimm no lo quería,
no lo soportaba, lo rechazaba; Jimm la incomodaba.
Un día se organizaron unas competencias para niños atletas
y la maestra Thomson colocó el nombre de Jimm de último;
al volver a la rectoría tomó las hojas de vida de los alumnos,
encontró la de Jimm, con anotaciones que decía:
“Jimm es bueno, Jimm puede transformar a sus compañeros,
Jimm es el mejor de los niños, Jimm es un ángel
y nadie lo ha descubierto…”.
La maestra salió corriendo y puso en la lista de los atletas el nombre de Jimm.
Días después, lo miraba a la cara y le confesaba que lo amaba,
que la perdonara por todo el mal que le había causado…
Jimm le dijo: “perdóneme usted maestra por no ser mejor.
Poco a poco fue superando su actitud y presentación.
Llegó el día del maestro y Jimm trajo a la maestra de regalo,
un perfume empezado y una pulsera con algunas piedras saltadas;
la maestra lo abrazó y besó:
“Gracias Jimm, gracias!
Se untó el perfume y volvió a besar a Jimm, quien acercándose a sus brazos le dijo:
“Gracias maestra! Usted huele a lo que olía mi madre”
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