viernes, 5 de agosto de 2011

Anécdota



Un hombre tenía domesticado a un ganso, por lo tanto lo alimentaba en su mano.
Durante un crudo invierno llegaron muchísimos gansos salvajes a ese lugar; 
el dueño de la granja quería alimentarlos todos los días y no lo lograba, 
entonces se valió de su ganso domesticado y lo llevó al granero, 
por lo cual, los gansos salvajes vieron comer al ganso,
sin buscar el alimento, así, comieron por imitación.

El instinto en los animales, también es obra de Dios.

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