El Adviento
Gran oportunidad para la reflexión
personal, familiar y de hogar.
Al detener el pensamiento en el Pesebre,
interiorizamos
nuestra vida y el entorno.
En el parloteo propio y solitario de
nuestra mente, no dejaremos
en discurrir por las falencias y en la
posibilidad de madurar.
Esta es otra forma de la presencia del
Señor que nos lleva a la
superación personal y de familia.
No
importa que los seres más próximos, ignoren el esfuerzo de cambio,
desoigan
los argumentos, se aferren al pasado
y
aumenten el desamor…
Si mi interior lo cifro en el Señor, la fuente de Su amor fluirá por
torrentes, en todos mis actos, mis seres queridos empezarán a ser
invadidos por esa misma Fuente, llamada
Dios!
La
Luz de su Espíritu llegará con el Adviento hasta la Natividad,
y
permanecerá entre quienes lo hemos aceptado.
Creo en la buena
intención de quienes me rodean, porque ello es conversión,
en
el contexto de las actividades y el buen deseo de agradar,
como
dice el adagio: “Obras son
acciones y no buenas razones”.
El Evangelio nos
advierte: “La fe sin obras es
muerta”
"No, al aborto"
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