sábado, 1 de diciembre de 2012

Vida interior



 
El Adviento 
Gran oportunidad para la reflexión personal, familiar y de hogar.
Al detener el pensamiento en el Pesebre, interiorizamos
nuestra vida y el entorno.

En el parloteo propio y solitario de nuestra mente, no dejaremos
en discurrir por las falencias y en la posibilidad de madurar.
Esta es otra forma de la presencia del Señor que nos lleva a la
superación personal y de familia.

No importa que los seres más próximos, ignoren el esfuerzo de cambio,
desoigan los argumentos, se aferren al pasado
y aumenten el desamor…

Si mi interior lo cifro en el Señor, la fuente de Su amor fluirá por
torrentes, en todos mis actos, mis seres queridos empezarán a ser
invadidos por esa misma Fuente, llamada Dios!
La Luz de su Espíritu llegará con el Adviento hasta la Natividad,
y permanecerá entre quienes lo hemos aceptado.
 
Creo en la buena intención de quienes me rodean, porque ello es conversión,
en el contexto de las actividades y el buen deseo de agradar,
como dice el adagio: “Obras son acciones y no buenas razones”.
El Evangelio nos advierte:  “La fe sin obras es muerta”

 "No, al aborto"

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