Aquel que cobijó mi atribulada alma por el sueño
perdido, del primero...
Se convirtió en aliento y en mi vida, en mi única
ilusión de ave y tormento!
Era la causa del amor fallido y el cristal
transparente del fundido anhelo.
¡Cómo le amaba! la luz de sus pupilas iluminaban mi
rostro compungido.
Convertíase mi clima en horizonte y el corazón gritaba enloquecido y tierno.
El arco iris tornábase empañado y oscuro, al
escuchar el llanto de mi niño bueno.
Así creció, creció arrogante y poco a poco su calor
volvióse, como un trueno.
Al caer la lluvia que suaviza el viento, como gota regresa un ángel nuevo.
Dábale
libertad, para que su albedrío creciera como en mi, su anhelo.
Me equivoqué! una y mil veces, como raudo el tiempo.
Pronto, centímetros me pasaron, cuando menos pensé,
mi metro y medio.
No le crecieron tanto sus quilates, como abundaran
tanto sus desprecios.
Se perfila el perdón, se vuelve a perdonar, porque
la cuna, aun es el sendero.
El tiempo pasa, no regresa a borrar la huella que
dejara un trueno!
Estás ahí, en medio del amor y el buen deseo.
Siembra las mieses, que las cubra el tiempo.
Que las riegue su amor, de amor sincero.
Que la luna, y el sol y las estrellas!
Cobijen tu ansiedad, como mi anhelo.
Deja correr tus besos que son limpios y buenos.
Deja que llegue a ti, su amor de niño bueno.
Deja que pruebe, diferencia del filial desvelo.
Mientras se llena de perdón, de nuevo
Mi pobre corazón que está desierto.
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