miércoles, 29 de enero de 2014

Peregrinaje con techo y suelo III

En casa de don Isidoro Martínez, “el sordo”, 
como le llamaban en la cuadra,
Cecilia (q.e.p.d.) volvió a vivir con nosotros, pues 
antes estaba con Blanca.
Aquí supe que existía el mal
Esta casa era muy linda, su frente con verja y jardín, 
con la puerta de la sala, hacia la calle. 
En el mismo año, vamos a vivir a Bogotá, a una 
casa heredada por mi abuela Susana.
Abuelita Susana
Empieza mi vida a tomar diferentes matices por las experiencias 
de familia. Saboreo soledadfrío y miedo que se hacen latentes,
 no solo por las continuas tempestades que caían en la ciudad, 
sino por la inminente y obligatoria ausencia de mi madre.
La institutriz, Raquel Vergara, cuida de nosotras,
especialmente la reemplaza respecto de Teresa.
De ahí, nos mudamos al edificio Báez, para posesionarnos 
del segundo piso, que había correspondido por legado, 
a mi madre, Bogotá, 1951/1958. 
Cesa nuestro peregrinar de casas en arriendo hasta finales 
del año 58, que salimos de Bogotá, nuevamente para
 Fontibón y tomamos la casa de la familia Moreno, cerca a la 
estación del Ferrocarril.
En esta casa conozco la responsabilidad del trabajo,
el estudio, la vanidad y la alegría.
Dos años después volvemos a Bogotá, a un apartamento en  
 céntrico sector de Bogotá. Gran reto para mi madre, enterarse 
que Arturo, joven y desempleado, se casaba. 
Nació Juan Carlos en agosto 1º de 1962.
La rutina de mi estudio y trabajo, hace crecer 
a “kilómetros”, los pasos de la responsabilidad.
¡No al aborto!
Así me siento...
con ganas de volar!

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