…Nunca supimos si relata a sus padres lo que ha experimentado,
pero nuestro entusiasmo es que “viva”, que explore y que extienda el tiempo en
su infantil recreo.
También aprovechamos los viejos y secos bejucos para que se meza
y crea que juega en hazañas de Tarzán; la animamos para que repita estos
ejercicios, que despiertan seguridad en su natural balanceo.
Cuando nos interpela para aclarar sus inquietudes, somos
descriptivos al máximo.
Mas en este viaje, contando con un frío y lluvioso día,
el paseo se acortó.
Jamás
supimos que ella había divisado en uno de los espejos de agua de la quebrada,
unos animalitos acuáticos que en ese reducido viaje, habían alimentado su
entusiasmo, su dicha, su recreo, y abonado mayormente su deseo de pronto
regreso y vacación.
Almorzando días después Santy le preguntó a papá a qué lago
habíamos llevado a Isabela, dónde hermosos patos nadaban.
¡Todos nos miramos!
Yo no pronuncié palabra, -temía alimentar en mi niña, quizá una
ilusa visión-. Jairo despistado trataba de recordar, así llegó a su mente “que
tal vez era la laguna de las garzas blancas de la autopista, pero mi muñeca
insistía que el lago era de la finca y tenía patos lindos. Susana dijo no haber
visto patos, ni lago, ni nada.
Johanna y Santiago, a un tiempo miraron a Isabela y le
advirtieron que no debía decir mentiras. Yo sufrí...
Cuándo se sabe que un niño miente? ¡JAMÁS! Los niños no mienten,
fantasean, sueñan, imaginan, crean…
No quería decir nada a su favor, no debía, no podía…
Quería ser cómplice con ella y mil pensamientos cruzaron por la
mente de mis afectos. Desmentir, era contradecir su fantasía; solidarizarme, es
enseñarla de verdad a mentir, yo no había visto patos; defenderla, era
desautorizarlos; así, dolorosamente,
preferí callar…
preferí callar…
Sin dramatizar, para romper
tal circunstancia, con algo
de apoyo, le pregunté:
tal circunstancia, con algo
de apoyo, le pregunté:
“reinita, dónde estaban los patos?
"En el lago de la finca, abuelita…"
Entonces, me tranquilicé y ella recibió mi tácita aprobación, pues no la contradije, sino que le di un tono de credibilidad.
Entonces, me tranquilicé y ella recibió mi tácita aprobación, pues no la contradije, sino que le di un tono de credibilidad.
II envío
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