domingo, 15 de julio de 2012

Garzas migratorias I

No patos, ni ganzos, ni cisnes, quizá...
garzas migratorias
Cierto inesperado día de recreo para mis niñas, nos dispusimos
viajar al Cerezal 


 

La idea que Isabela tiene de ir a la finca, es visitar nuestro pequeño terruño en el Rosal,  linda finquita, heredada por el apellido Forero, es decir, que la recibió Jairo, 
de mi distinguida suegra.
Así como nuestra primera casa fue el producto de la venta de Raizuly*, con el 
Cerezal, es el disfrute de los paseos que Isabela organiza.
Esos cortos viajes se hacen cuando Santiago, nuestro hijo mayor, a petición de Isabela, nos entrega el carro y las llaves; advierte el tanqueo de gasolina, nos obsequia un delicioso fiambre y suma unos billetes para lo que se ofrezca.

Como les contaba, salió un inesperado paseo y nos alistamos para viajar.
No menos equipado debía estar el baúl del carro, -como siempre que vamos. Las niñas empacan carpa, colchoneta, mantel, dulces y golosinas para el picnic; agua y toallas. 

Sin faltar aros, balones y muñecas, pues Isabela disfruta tanto esos paseos, que quiere verse acompañada de cuanto juguete tiene en sus dos casas, su apartamento paterno, del cual no trae mucho y el muñequero que tiene en nuestro recinto.
Aquél día no madrugamos, pues se trataba de una salida sin programación, apenas llevamos esas “cositas”, para que la niña experimentara un -gran paseo- 
Ella estuvo atenta a múltiples explicaciones, esperando salir.
Cabe decir que quienes sembraron, no dejaron entrada para el carro, así, tuvimos que estacionarlo en la portada y armar la pequeña carpa con infinidad de juguetes, que no les dejaron espacio ni a Isabela, ni a Susana.
Sin embargo, mi tesorito creía estar de vacaciones.
 
De pronto, por la estrechez de su carpa, para su gran necesidad de espacio, resolvió decir, abuelito, por qué no bajamos al bosque, así  llama mi ternura un húmedo terreno con pozos naturales, que conservan el agua que surte la quebrada.

Por obvias razones es dónde árboles y arbustos, enredaderas y zarzas, juguetean, a nuestro paso. La maleza que cubre nuestras cabezas e impide caminar libremente, 
recibe el golpe de la peinilla, para abrir camino, sin peligro, dice Jairo.

Cuidadosamente caminamos, deteniendo a Isabela, para mostrarle cuanta vegetación encontramos y suponemos que es importante para su exploración. 
Como la finca estaba sembrada de papa criolla, -uno de sus predilectos alimentos-, pudimos explicarle detalles al respecto, la hoja de la planta, el color morado de la flor, las matas grandes, las pequeñas y una que otra papita, saliente.
 
En el bosquecito le enseñamos las plantas que no hay en la ciudad, florecillas silvestres, moras de monte, musgo, lama, quiches, árboles caídos, que fueron castigados por los rayos…pozos tapados y destapados, agua filtrando y, por supuesto, que no se escape detalle, para que tenga repertorio, a su regreso.
 En tono divertido, pregunta: –Cuándo volvemos? 
I Envío

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