…Así quedaron las cosas por unos días y yo disimuladamente, en
alguna charla casera, sin referir el episodio dije, es muy abstracta la verdad
y la mentira, para que un niño encuentre que lo hace.
Semanas, tal vez más, dos largos meses, volvimos a la finca,
pero en esta ocasión, sus padres fueron con nosotros. Yo no bajé a la quebrada,
me quedé en el carro, para un rato leer y otro orar al buen deseo de que la
nueva siembra, ya no de criolla, sino de arveja, se diera bien.
Johanna y Santiago bajaron con Isabela, Jairo y Susana, también.
Cual deliciosa sorpresa fue para mí, escuchar a Santy, cuando
regresaron...
“Ah, entonces esos eran los patos que tu viste en el otro
paseo?”
"Sí papito, viste qué lindos!! *Por eso me gusta venir a la
finca, para ver muchas cosas bellas".
Yo quedé estupefacta, pero no comenté nada, en igual posición a
la de la mesa, cuando a mi reinita se le daba una gigante clase de moral.
¡No mentir!
Jairo asintió feliz y Susana también.
Yo respiré, esperando que el comentario siguiera,
para establecer primero, qué patos y segundo,
cuál lago…
Yo respiré, esperando que el comentario siguiera,
para establecer primero, qué patos y segundo,
cuál lago…
Volví a respirar y tímidamente pregunté Cómo son?
Él contestó: "de un plumaje grisáceo, muy brillante y un pico
largo como el de garzas, pero no son garzas, tampoco".
Ya, con esta aclaración dije tal vez sean garzas migratorias que
vienen de Canadá, para la niña son “patos”. Con esta afirmación quise
enseñarlos a que así como ella los distinguía con otro nombre, es para los
niños la verdad.
Difícil establecer en su cortísima edad qué es verdad, ilusión o mentira.
También, que no eran ni patos, ni gansos, ni cisnes,
sino aves migratorias, cuya
clase llamamos garzas.
Interioricé para alimentar mi alma del cuento del patito
feo...
que no era pato, ni feo, sino un hermoso cisne.
III envío