domingo, 2 de febrero de 2014

Peregrinaje con techo y suelo VI

 Después del nacimiento de Santiago, en mayo 1º. 
de 1976, mis parientes mayores abren las puertas de su 
casa para Santy y mi persona; para Jairo, una 
oportunidad de trabajo.
Volvemos a casa de mi madre en julio de 1976. 
 Con el niño de año y medio, a finales del año 78, 
nos refugiamos en Usaquén, en la casa de Augusto 
Valenzuela, su propietario, hermano mayor de Hernando. 
Calle 120, 8-46, 1978.
-Necesitábamos vivir el duelo de nuestro hijo Rolando
y dar la mejor atención a Santy.
Los tres, integrados sin compromisos sociales 
o de familia.
Aparentemente estables, compartimos con papá,
sus visitas dominicales, que a esta fecha ignoro porqué, 
resultó ser nuestro visitante por algún tiempo.
Allí tuve la dicha de ver a mis padres almorzar en la misma mesa, 
después de 35 años de separados y no volver a verlos así, 
nunca más.
Linda experiencia de hija, esposa y madre.
Allí nacieron y se bautizaron mis hijas, 1978/1980.
 
Mis adorables gemelas nacen el 14 de septiembre 
de 1979, por obvias razones, cerramos la casa después 
de tres meses de su nacimiento y mi madre nos acoge 
a todos en 1980. Ese mismo año, 
Teresa y su familia nos reciben también.
Por diferentes épocas alternamos la vivienda  
en casa de mi madre o Teresa. 
Por circunstancias de crianza de Susana y atención 
para Sarita, a finales de 1981, propongo a mi amor que 
construyamos casa en la finca y compramos un pequeño 
“chalet” en la Corporación el Minuto. 
Cuota inicial de $100.000, que cubrimos, una parte con la plata, 
venta de un legado ganado de Jairo, un CDT, regalado 
por papá  y el resto financiado a cinco años. 
Nos trasladamos a Subachoque a la finca Raizulí
herencia que mi amor recibió, por parte de su padre 
Don Juan Evangelista Gaitán.
Sendero recorrido por almas fuertes
Con las mejores intenciones y un poco a la fuerza, 
fuimos sus residentes durante diez deliciosos y 
rápidos años transcurridos mientras el crecimiento 
de mis hijos, que se desarrollaron en un ambiente 
sano, 1991.
Fue interesante sentir que la independencia cuesta.
Nos separamos de las dos familias y tuvimos que 
–valernos por sí solos-. Aprendimos a solucionar 
nuestras necesidades, atender responsabilidades, 
ser autónomos y sobre todo, libres.
Mi amor se encargó de arborizar, mejorar los linderos 
y cercas. Gestionar el acueducto veredal y dejar
la instalación de luz eléctrica, para toda la finca Raizulí. 
Fundamos el primer Jardín rural de Colombia, denominado
“la Veredita”, en éste, por tres años, dimos ambiente 
escolar a nuestras pequeñas hijas, Sarita y Susana, 
al lado de los niños de las veredas Tibagota y La Peñuela;
capacitamos, cuatro maestras rurales, las niñas Pulido,
mis amigas y única familia.


No hay comentarios:

Publicar un comentario