domingo, 16 de junio de 2013

Pequeña suite de los juguetes

Recopilación dedicada a mi Tesoro
Mi primer juguete

 “…muy hondo en la vieja tierra del abolengo humano”…

“…a la sombra abrumadora de la pirámide el ancho sueño de chiquillos desconocidos, eternos, en la supervivencia de sus frágiles reliquias.

“…de fenómenos confusos e inaccesibles, como el espíritu de la primavera o como la fina lluvia de abril que se nos escurre por entre los dedos”.
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“Si en virtud de un claro prodigio pudiésemos descender entonces hasta el agitado corazón de la infancia, solo conoceríamos el abstracto secreto de un poema de siete colores, escrito con risas, con lágrimas y con livianos suspiros”.

“…los años nos hacen olvidar el sueño como un paulatino despertar bajo el viento helado de una ventana abierta en la madrugada. Solo cuando el otoño de la vida ha quedado muy atrás, el espíritu vuelve a simplificarse y comprende el mensaje. Pero entonces ya es muy tarde hasta el silbo de un pájaro perece sumergirnos en el gran éxtasis de la conciencia.

 Los  juguetes son una imitación de la vida, que pone en manos del niño el cetro de una poética dictadura de burlas sobre los hombres y sobre las cosas. Si el niño no pudiera jugar ni conocer sino a los adultos, enloquecería de tristeza. En cambio por el juguete se acomoda paulatinamente a los grandes y pequeños incidentes universales y al crecer no hace otra cosa que aumentar los juguetes de tamaño, acomodándolos a la estatura del cuerpo y a la dimensión de la inteligencia”.


“Pero en el fondo de todo, el juguete sigue presente y el perro de fieltro y paja continúa ladrándole a las narices (sic) de Pinocho a las barbas de Merlín”.

“El niño, que es creador mágico de formas y de sentimientos, se proyecta en el juguete como el compositor de las variaciones de la ejecución orquestal de su música. Puede barajar almas en el corazón de aserrín de su muñeco, del propio modo que el viento de octubre revuelve las hojas secas en las calles solitarias”.

“Su caballejo de madera es un veloz camarada de las nubes que solo galopa hacia las ciudades de caramelo, únicamente conocidas en la arrebatadora geografía de la magia. Es decir, que no sabe de otros objetivos que los de un liviano albedrío apenas regido por la fina música de los luceros”.

“Así, el juguete no es sino el trampolín para la maravillosa cabriola poética de la infancia. Es el país neutro del ensueño, en donde, sin frío no calor, a la orilla de ríos de chocolate, se puede dialogar con las hadas madrinas sobre la sonrisa de las manzanas.

“…también – y menos líricamente- los juguetes son la puerta de escapatoria hacia la luz de unos seres diáfanos a los que ensombrecemos todos los días con nuestras tragedias y con nuestros prejuicios. Afortunadamente el mecánico tren de latón de la niñez siempre deja de cumplir itinerarios, para llegar lo más tarde posible a la siniestra estación de los años tristes”. Felipe Antonio Molina

Elaborado por Sarita Gaitán Bazzani                                                   

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