Mi madre, a los 16 años |
mi madre abandonaba el lecho…
Apenas con 11 años, muy cerca
de Bogotá, la vida nos daba la oportunidad
de estar en una casa campestre y, en su comodidad, despertar la perspectiva de un promisorio horizonte.
de Bogotá, la vida nos daba la oportunidad
de estar en una casa campestre y, en su comodidad, despertar la perspectiva de un promisorio horizonte.
En la obscuridad de las cuatro de la
mañana, sentía a mi lado el vacío de
su tibio cuerpo,
pues mi madre calentaba la cama que compartíamos y, a su ausencia, yo despertaba…
pues mi madre calentaba la cama que compartíamos y, a su ausencia, yo despertaba…
Desconcertada y entumecida salía por
el angosto corredor
de la casa y divisaba en el gran patio, la silueta de mi madre
que tal vez, acompañada por los rezos, lavaba nuestras ropas;
de la llave de la alberca, colgaba una vieja media,
para callar el ruido producido por el chorro del agua.
de la casa y divisaba en el gran patio, la silueta de mi madre
que tal vez, acompañada por los rezos, lavaba nuestras ropas;
de la llave de la alberca, colgaba una vieja media,
para callar el ruido producido por el chorro del agua.
Inútil buscar silencio; había otros
ruidos producidos por la
ebullición de una olleta con agua de panela, el hervor
de una vasija que contenía arroz y la enorme olla de la sopa;
todas estas vasijas
producían una musicalidad al fondo
de una oscura cocina, sobre la estufa de
carbón de piedra,
cuya forma de combustión, daba gran trabajo encender.
Sobre estas ramas se mecen las mirlas de casa |
Ella madrugaba para cumplir con
sus deberes de mamá y dejar
las cuerdas de alambre llenas
de ropa lavada y extendida,
preparado el desayuno y el almuerzo, para cuando regresáramos de la escuela.
Mi madre nos despertaba con su tierna y firme voz, para
mandarnos a estudiar; esa firmeza que siempre dio muestra
de autoridad, para reemplazar a un
ausente papá.
Así lo esgrime ahora mi mente, al
recuerdo de la
sequedad de sus palabras y la sobriedad de su estilo…
Mi madre, el ser dulce que siempre nos
prodigó “leche y miel”.
Con esta vivencia
aprendí la responsabilidad.
¡No
al aborto!
*Ahora
nos despiertan las mirlas.
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