Cuando
permitimos que el “agua del cerebro hierva…”
Nuestra
mente se nubla y encontramos en tinieblas nuestro entendimiento.
Nuestro
espíritu se ausenta y en la fragilidad de nuestra alma, solo queda la
sombra de
un abrupto comportamiento, unas veces rudo, otras torpe,
y la mayoría de
ocasiones violento.
Qué
hermoso sería que nuestra alma no nos hiciera estas malas pasadas…
Aquella
noche, mi corazón transido por la
impotencia, dejó escapar suspiros…
impotencia, dejó escapar suspiros…
La
debilidad de mi angustia golpeó fuertemente
mi cerebro, para gritarme que mi indiferencia
radicaba en la falta de misericordia y, me pregunté:
mi cerebro, para gritarme que mi indiferencia
radicaba en la falta de misericordia y, me pregunté:
-Es
posible que no reacciones?
-Tienes tan
poco, para defender el ángel que
ha sido tan generoso contigo?
ha sido tan generoso contigo?
-Es
más fácil presentar un aparente silencio
ante la brutalidad de las corrientes
de un mar embravecido?
ante la brutalidad de las corrientes
de un mar embravecido?
Así comenzó la esponja de mi
cerebro a
mandar humedad a mi vista; minutos después, esa
humedad comenzó a calentarse.
Yo seguía exteriormente inmutable;
las corrientes golpeaban al pequeño arrecife,
el
que de soslayo, alcancé a divisar humedecido
también por las gotas, que de sus
pequeños agujeros salpicaban su fase principal…
Éste,
inmóvil, semejaba el sueño de los niños
y yo quise defenderlo!
y yo quise defenderlo!
Cubrirlo
con mis brazos y no pude moverme.
Para
aquel momento, mi cerebro ya estaba tibio…
Poco
a poco se fue calentando hasta llegar a una nebulosidad,
que cegó mis sentidos…Aquel
infame vapor había prohibido a mi espíritu
pensar y huérfano de Dios, o con Él,
no sé, defendí, de los brutales ruidos
de la mar a mi arrecife que rescatado
por segundos, abrió un poco más sus
agujeros
para no dejarse romper…
Mis cortos brazos no alcanzaron a
evitarlo y entonces, aquella voz
que despierta el alma, la conciencia y el amor, dio un sacudón,
que interna en mi cerebro, hizo actuar ciego.
que despierta el alma, la conciencia y el amor, dio un sacudón,
que interna en mi cerebro, hizo actuar ciego.
No vi más,
porque el agua de él, estaba hirviendo.
Al despertar, caía agua sobre mis
manos…y de ellas otras gotas
que despertaron el aura de mis desvelos y me
alimenté de ella…
Recordé que en los momentos más
tristes de mi vida,
muchas veces mirando al arrecife, me había alimentado
de amor, de paz.
de amor, de paz.
-Que mis
sedentarios momentos se habían convertido
en sutiles movimientos.
-Que mis largas horas
eran insuficientes ya…
-Que mi corazón
había revivido y, mi quebrada salud curado.
-Que los
músculos faciales enmohecidos, se
habían despegado y
-Que Dios había
regresado a mí, convertido en un ángel que ecológico,
alimentaba la planta de mi
vida, porque todos los días la regaba de luz.
Señor,
gracias por estos cortos años.
Gracias
por darme sin pedir…
Por
iluminar la oscuridad de mis tinieblas
Por alimentar en mi espíritu la fe.
¡Gracias!
Vuelvo a confiar en Ti.
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