En este estado de contento, aprendí que
/el canto de las aves son voces/.
Siendo las 5:30 a.m. de hoy, jueves, al despedir a mi
esposo, para su trabajo, amenizaba el clarear del día
el hermoso canto de una
mirla, que se columpiaba
en una de las cuerdas telefónicas que entorpecen
la
vista, si queremos mirar el firmamento.
Los dos quedamos silenciosos para con su sinfonía,
deleitar
el alma…Para no interrumpir su trino y,
menos espantarla.
De pronto, Jairo rompió el sigilo mientras abría
la reja
que protege el ante jardín de casa y pronunció
“Uyuyy. Qué friío”, yo, algo
asombrada lo miré,
pues él jamás se queja de los cambios de clima,
ni
de la temperatura, a mi desconcierto, detuvo sus ojos
en los míos y explicó:
veces y tradujo su voz. Felices nos miramos…
Le di la bendición y me quedé
alelada…
“Como una mirla en un cerezo”.
El ave calló y alzó su vuelo,
entonces, entré a casa, poca luz la del día,
MUCHA en mi
corazón…
En nuestro vecindario pululan unos
cuantos cerezos que
permiten el preferido alimento de
las TANTAS mirlas
que acompañan con su canto el ligero
paso de los transeúntes
que van hacia la calle 26, Jairo
entre ellos.