Porque los
sentimientos maternos jamás mueren
y el duelo por un hijo
no se contempla.
Mi hijo
Rolando debería cumplir 41 años anteayer,
para hacerme sentir, quizá más
feliz, menos vieja…
Por eso,
tomo de un antiguo y fiel archivo, algunos apartes
para dejar en este
blog verdades del alma
y confesiones del corazón.
A mi recóndita e injustificada pena
después de su partida,
comencé a desahogar mi corazón en un viejo cuaderno,
que
me servía de registro al dolor que no se puede
comunicar a nadie.
Obligar a la mente a sacar los pensamientos,
para no permitir que el alma muera.
El dolor no se sabe si se siente en el
corazón o en el alma,
o en el cuerpo, es algo que no se puede distinguir, ni
explicar.
Rolando, dónde quiera que estés, desde
que te concebí fuiste la llama viva.
Al nacer, el alimento diario en el albor
de cada día.
de cada día.
La felicidad de mis días, el consuelo y la paz
en el ocaso y en la
noche el descanso, en el cierre placentero de la faena que termina
y la ilusión para el venidero día.
Ahora, eres la luz constante de mis
recuerdos tiernos y la locura perenne de una enlutada
soledad sin ti...
soledad sin ti...
Rolando nació el jueves,
29 de junio de 1972,
a las 3:30 de la madrugada.
29 de junio de 1972,
a las 3:30 de la madrugada.
Esta evocación no debe afectar a mis
hijos, porque ellos alimentan mis días, arrullan mis sueños y mitigan la nebulosidad del tiempo.
Cada uno representa mi más caro amor.
Tampoco afectará a mi nieta, quien
ocupa un especialísimo lugar en mi corazón..
Todos, con Jairo, en la mitad de mi
alma.
Señor,
El pasado a tu misericordia.
El futuro a tu providencia.
El presente a tu amor.
Tú sabes Señor que solo tengo el HOY,
para amarte, y en Ti a los que me has dado.
¡No al aborto!